TENGO
UN NÚMERO QUE NO VA A FALLAR
porque
allí estaba su Itaca
En
esa tierra él plantaba árboles
criaba
muertos
hacía
música con latas de almacenero
Cada
tarde
cuando
el mundo hacía sus exámenes de conciencia
mi
padre salía para el quiosco
como
Colón
convencido
iluminado
sabiendo
que tenía los mapas del Atlántico
mientras
guardaba en el más estricto secreto
la
cifra que la Kavala le había encomendado
Al
veintitrés o al sesenta y uno
daba
igual
él se
jugaba el jornal
la
ganancia
el
pan nuestro de cada día
Mi
madre lo dejaba hacer
hacía
centurias que la había convencido
de
que tenía un ángel que le dictaba en sueños
los
números que traían el nuevo Belén
Muchas
veces festejamos con turrones
pan
dulce, sidra
aunque
la navidad estuviera lejos
y
nuestra religión nada tenía que ver con Jesucristo
Otras
muchas
otras
comimos
papelitos
arrugados
sucios
con
el catorce a los diez
o el
noventa y seis a la cabeza
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