jueves, 18 de febrero de 2016



Bartolo Yogarri (1660)



Se sublevaron las indiadas del Sud mendocino mandadas por el cacique grande de las tribus de uno y otro lado de la cordillera, Bartolo Yogarri, su hermano Juanillo y el araucano Tanaqueupú.
Los dos Yogarri cayeron prisioneros con buena parte de sus hombres de guerra, mujeres y niños, conduciéndoselos a Mendoza donde se los procesó. Concluido el proceso, don Bartolo y varios de sus cómplices fueron ejecutados por traidores a las autoridades españolas  (1660)

                                                                                                              La guerra con el indio…

Soy la soga
que mantiene firme
el cuerpo de Bartolo Yogarri

Hoy
un martes mugriento
en este descampado que llaman Plaza Mayor
me ha tocado ajusticiar
a un salvaje que no quiso treinta monedas

No es el primer indio que cuelgo
no es la primera sangre que bebo

Ciento veinte kilos de puelche
que se balancean

Dicen que fue el terror
la muerte en lanzas
la angustia que llegaba

Dicen que fue aliado de Tanaqueupú
ese tigre hosco
que no aceptaba el licor que los huincas ofrecían
ni las mercedes con que la Corona lo bendecía

Un Judas más
que boqueó como todos

Buscaba un aire
mientras llamaba a su Dios
recordaba a sus pastos
a sus mujeres
a una yeguas que dejó en Yancanello

Pedía por sus hijos
por sus montañas
por unos cueros que le habían robado

Después comenzó a patalear
mientras los huesos crujían
y la espuma le manaba por la boca
El barro de la piel se le volvió azul
los ojos abiertos como una puerta
un pie gallina se le movía


La gente miraba
miraba el señor Corregidor
el Maestre de Campo
el señor Alcalde
el Padre de la Iglesia mayor
los encomenderos
los señores jesuitas
los vecinos principales: Godoy, Correa, Castillo, Videla
las buenas señoras vestidas de gala
los chicos que un día les tocará mandar
miraban los negros
algunos huarpes sirvientes también miraban

No siempre hay buenos espectáculos
en esta parte del Virreinato

Veinticuatro horas lo tuve
veinticuatro horas para que aprendan este catecismo
veinticuatro horas para que sepan quien manda

Al final el silencio
El sol que no quiso seguir el espectáculo
se fue tras los montes

Nadie reclamó su cuerpo
nadie pidió por su sangre

Los huesos sanos de Don Bartolo Yogarri
como también los otros
y el pedazo de carne que dejaron los perros
los tiraron más allá del pueblo

Aquí en estas chacras
en estas viñas
en esta Mendoza que nace
no hay lugar para traidores…